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UNA INSÓLITA HISTORIA DE AMOR

Si las protagonistas de esta insólita y apasionada historia de amor hubieran sido un hombre y una mujer, probablemente en la actualidad serían tan conocidas y admiradas como Romeo y Julieta, los famosos personajes de Shakespeare que encarnan la pasión amorosa. Pero se trataba de dos maestras gallegas, Marcela Gracia y Elisa Sánchez, por lo que se vieron obligadas a ocultar su relación sentimental ante los ojos del mundo. A principios del siglo XX, no solamente estaba prohibido que dos mujeres contrajesen matrimonio, sino incluso que convivirán juntas como pareja. Algo inconcebible en la España de aquel entonces, ya que un acto semejante además de pecado, también era delito.

 
S i las protagonistas de esta insólita y apasionada historia de amor hubieran sido un hombre y una mujer, probablemente en la actualidad serían tan conocidas y admiradas como Romeo y Julieta, los famosos personajes de Shakespeare que encarnan la pasión amorosa. Pero se trataba de dos maestras gallegas, Marcela Gracia y Elisa Sánchez, por lo que se vieron obligadas a ocultar su relación sentimental ante los ojos del mundo. A principios del siglo XX, no solamente estaba prohibido que dos mujeres contrajesen matrimonio, sino incluso que convivirán juntas como pareja. Algo inconcebible en la España de aquel entonces, ya que un acto semejante además de pecado, también era delito.
Marcela y Elisa se conocieron en La Coruña el año 1885, cuando ambas eran estudiantes en la Escuela Normal de Maestras, institución donde se formaban las futuras profesoras de enseñanza primaria. La primera tenía dieciocho años y la segunda veintitrés. Su amistad pronto se hizo demasiada íntima para el estricto parecer del padre de Marcela, el capitán del ejército Manuel Gracia, y la joven fue enviada a terminar sus estudios en Madrid.
El destino, nunca mejor dicho, volvió a unirlas poco tiempo más tarde. Ambas amigas fueron destinadas a ejercer su magisterio en pueblos vecinos de Galicia: Elisa a Calo y Marcela a Dumbría. En aquellos tiempos, a los maestros se les pagaba muy mal, por lo que solía ser una profesión de mujeres solteras. Marcela se instaló en la casa escuela alrededor de 1889. Según cuentan, durante años, Elisa recorría a pie los doce largos kilómetros de monte que separaban las dos aldeas para poder estar con Marcela cada noche.
Hartas de vivir en la clandestinidad, tomaron una audaz y atrevida decisión, aun sabiendo que iba en contra de las normas sociales de la época. Elisa viajó en diligencia a La Coruña para poder cambiar de identidad. Allí se hizo pasar por hombre: se cortó la melena, se vistió con traje y se dejó crecer un incipiente bigote. Cambió el recatado comportamiento propio de una señorita acostumbrada a llevar faldas y corsés por ademanes más viriles como fumar y portar un revolver al cinto. Después consiguió convencer al párroco Cortiella para que lo bautizase con el nombre de Mario José Sánchez Loriga. También le confesó que había dejado embarazada a Marcela y quería que el niño naciera decentemente. De esta manera, el joven Mario pudo casarse con Marcela. La boda se celebró en la iglesia de San Jorge, el sábado 8 de junio de 1901, a las siete y media de la mañana, según consta en el Archivo Histórico Diocesano de Santiago de Compostela. Hubo además dos testigos que hicieron de padrinos. La noche de bodas la pasaron en la pensión Corcubión, situada en la céntrica calle coruñesa de San Andrés.
Fue La Voz de Galicia quien primero alertó del engaño el 30 de junio de 1901 en un artículo titulado “Un matrimonio sin hombre”. La boda no tardó en ser noticia en los diarios gallegos y luego en periódicos nacionales y extranjeros, suscitando en todas partes una enorme protesta por “ofender a Dios con el peor de los pecados”. La prensa calificó el casamiento de “burla sacrílega” (El Suceso Ilustrado) y de “escándalo asquerosísimo” (El País).
Cuando regresaron a Dumbría, ambas mujeres se vieron sometidas al escarnio público, sufriendo burlas, insultos y humillaciones. Los mozos del lugar quisieron hacerles pagar su osadía y organizaron una cencerrada: “¡Que salga el marimacho!”, gritaban delante de su casa. Es más, perdieron sus trabajos y fueron excomulgadas por la Iglesia Católica, además de ser perseguidas por la Justicia como si fueran criminales. La pareja de enamoradas tuvo que huir del país tras haber sido dictada una orden de busca y captura contra ellas.
En Oporto las localizaron y detuvieron, pero fueron puestas en libertad provisional, en espera de la extradición a España, momento que aprovecharon para embarcar con rumbo a Sudamérica, probablemente hacia Argentina.
A partir de ahí, todo es un misterio. Hay diferentes versiones sobre las vicisitudes que pasaron allende los mares. Se cree que Marcela dio a luz una niña en 1902, a la que llamaron María Enriqueta, sin que se sepa quien era el padre. En Buenos Aires trabajaron como criadas, pero el salario no daba para mantener a una familia. Elisa (con el nombre de María) se casó en 1903 con el danés Christian Jensen, un hombre mucho mayor que ella, con el fin de conseguir un hogar para las tres, al que trajo a Marcela (llamada ahora Carmen), como si fuese su hermana, y a su hija. Con el tiempo surgieron las sospechas en el esposo, quien trató de anular su matrimonio en los tribunales. Según parece no hubo cargos contra Elisa. En 1904, vuelve a perderse la pista de las dos amantes. Algunas fuentes indican que la prensa mexicana informó, en 1909, del suicidio de Elisa al precipitarse al mar en el puerto de Veracruz, sin decir nada de Marcela.  Pero no se trata más que de rumores sin confirmar. Lo único cierto es que nadie sabe cómo terminaron sus vidas.
El matrimonio homosexual se legalizó por fin en España en el año 2005, más de un siglo después del acoso y persecución que sufrieron estas dos valientes mujeres, enfrentadas a toda la sociedad de su época para poder vivir con la persona que amaban.

Bibliografía:

Elisa y Marcela: Amigas y amantes

Narciso de Gabriel

Ediciones Morata, 2019


 

 

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