Aquel sábado los dos estaban solos en casa. El venía encontrándose ligeramente indispuesto desde que se levantó por la mañana. Al anochecer, después de cenar y mientras veían la tele, sintió un repentino y agudo dolor en el pecho, se llevó ambas manos al costado y, al tiempo que emitía un agónico lamento, una fuerte sacudida le hizo contraerse en el sillón. Fue como su hubiera sufrido una súbita descarga eléctrica.