MUJERES LIBRES

Hace poco, estuve leyendo varios libros sobre la historia del feminismo. Para mi sorpresa, no mencionaban, o lo hacían muy por encima, a Mujeres Libres. No es de extrañar entonces que, si en el ámbito feminista español, no se las tenía en cuenta, su herencia, el legado de su lucha a favor de los derechos de la mujer, hubiera caído en el olvido. ¿Quiénes fueron Mujeres Libres?

 
H ace poco, estuve leyendo varios libros sobre la historia del feminismo. Para mi sorpresa, no mencionaban, o lo hacían muy por encima, a Mujeres Libres. No es de extrañar entonces que, si en el ámbito feminista español, no se las tenía en cuenta, su herencia, el legado de su lucha a favor de los derechos de la mujer, hubiera caído en el olvido. ¿Quiénes fueron Mujeres Libres?
Mujeres Libres era una organización anarquista formada exclusivamente por mujeres, cuya breve presencia durante la Segunda República, en los años treinta del siglo pasado, no fue menos intensa y decisiva para la vida de muchas españolas de aquella época. El proyecto terminó de raíz con la victoria del bando nacional. 
La agrupación había sido fundada en 1936 por la médica Amparo Poch Gascón, la abogada Mercedes Comaposada y la poeta Lucía Sánchez Saornil. Como anarquistas, creían que hombres y mujeres eran iguales, individuos únicos ante todo y por encima de todo, pero también pensaban que las mujeres tenían unos problemas específicos a los que debían hacer frente. No obstante, y de manera paradójica, como pudieron comprobar por sí mismas, incluso dentro de la propia CNT, el sindicato libertario al que pertenecían, predominaban las actitudes machistas.
La Confederación Nacional del Trabajo venía luchando desde su fundación en 1910 contra la explotación laboral a la que estaban sometidos tanto trabajadores como trabajadoras, con logros históricos como hacer de España el primer país del mundo en conseguir por ley la jornada de ocho horas en 1919, aunque fue suprimida unos años después por la dictadura de Primo de Rivera. También era una de las escasas organizaciones mundiales, ya fuera sindical o de otros ámbitos, que se ocupaba de los problemas de la mujer y de lograr su plena integración social. Sin embargo, en la práctica diaria, los hombres de la CNT, como hijos de su tiempo, no estaban exentos de prejuicios y errores.
De modo que las mujeres anarquistas tuvieron que tomar las riendas de los asuntos que les concernían, al margen de sus propios compañeros. Decidieron que no podían permanecer a la sombra de los hombres, por el contrario, debían tener su propia voz, sus órganos de representación, su propia lucha particular, sin olvidar por ello, como se encargaron de divulgar, que todos, mujeres y hombres por igual, estamos unidos por un origen y un destino común. Lo que afecta a unos afectará necesariamente a los otros.
Mujeres Libres no sólo luchó por la emancipación de la mujer, sino que lo hizo desde una perspectiva diferente a la del resto de feministas que pretendían esencialmente equiparase a los hombres. Ellas, en cambio, también albergaban el deseo de cambiar el mundo. Empezando por la España de aquellos años, un país pobre y atrasado, con una alta tasa de analfabetismo. Unas diferencias sociales y económicas que sufrían tanto los hombres como las mujeres, aunque para éstas últimas siempre era peor.
Fueron numerosas las voluntarias que, repartidas por toda España, trabajaron abriendo comedores, guarderías, clínicas  y escuelas para que las mujeres pudieran recibir estudios y tuvieran sanidad, para que conocieran sus derechos y se hicieran respetar, para que tomaran conciencia de que podían aspirar a ser algo más que amas de casa -limitando su existencia exclusivamente al cuidado de un marido y un hogar, como solía ser siempre su destino-, o bien, en el mejor de los casos, a trabajar en unos pocos y determinados oficios considerados aptos para ellas.
Las integrantes de Mujeres Libres lucharon no solo para escapar de la tradicional sumisión femenina, sino para que la sociedad por entero fuera más justa e igualitaria para todos. Lucharon por ellas, pero también por sus hijas y nietas, por todas las mujeres del mundo, las de entones y las venideras. A mujeres como estas del pasado les debemos muchos de los progresos del presente. Y no se trata de una afirmación descabellada. Ni son simples datos históricos. Yo lo he conocido personalmente: mis cuatro abuelos eran analfabetos. Pero dos generaciones más tarde, sus nietas han podido ir a la universidad y yo, al menos, sé leer y escribir.
Eso fue lo que hicieron estas valientes mujeres. Por eso considero un acto de justicia y de “memoria histórica”, recodar hoy a las Mujeres Libres que formaron aquel grupo pionero.

 

 

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