Tras estos ardientes llamamientos patrióticos, unos en nombre de la sagrada unidad nacional – una, grande y libre-, y otros exigiendo la independencia de Cataluña en base a una tradición histórica, tanto el Gobierno nacional como el catalán están tratando de encubrir su podredumbre. Los españoles deberíamos preocuparnos sobre todo por la situación de corrupción endémica que se ha apoderado de nuestra sociedad, gobernada por una clase política deshonesta, inepta y deplorable, de escasas miras intelectuales y menos todavía morales, y que como buenos profesionales de la política sólo actúan en provecho de su interés y en el de la clase rica y católica que controla este país, ya medio subastado al capital internacional. Este sí que es nuestro mayor y más urgente problema.