Tras deliberar, mientras acaparaban un enorme interés público a nivel mundial, el resultado ha sido: nada. Algo por lo que muchos se han mostrado decepcionados. Pero qué otra cosa podían esperar de un lavado de cara que no ha engañado a nadie. En resumen, las cosas siguen como estaban. Con total impunidad.
Las explicaciones que han dado son de risa, si no fueran claramente insultantes. Ahora resulta que los curas pederastas se ven tentados por el mismo demonio, cuando no son directamente provocados por esos diablillos de críos que les tientan a pecar. Así, como suena. Nada de psicología, sociología, criminología o simplemente justicia y decencia. La culpa es del diablo y a veces también de ciertos chicos provocadores.
El problema es que una explicación semejante tan solo te libra en la Iglesia, mientras que en la sociedad civil al culpable lo encarcelan una buena temporada. Pero esos curas depravados pueden sentirse seguros. El poder de la Iglesia los mantiene a salvo, con un leve castigo de alejamiento a lo sumo. Nada de ir a prisión y conocer de primera mano los abusos a los que sometían a tantos chavales indefensos. Allí hubieran sufrido algo de ese infierno que les obligaron a padecer. Una pena, porque es posible que incluso algunos de ellos le hubieran cogido gusto a la cosa. En fin, más que servir a Dios, los curas pederastas parecen estar al servicio del propio Satanás.