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UN PRIMERO DE MAYO DIFERENTE

La manifestación del Primero de Mayo tuvo su origen en una antigua reivindicación libertaria y obrera: la de las ocho horas de trabajo.

 
H oy no quiero traer aquí el recuerdo de los hombres y mujeres que a lo largo de la historia entregaron su vida y su libertad para conseguir un mundo mejor, sobre todo en el trabajo, como tantos sindicalistas y trabajadores del pasado nos recuerdan. Si vieran la situación actual se revolverían en sus tumbas y jamás podrían descansar en paz. Sería como profanar su memoria.

Hoy no quiero hablar de lo mal que van las cosas en España y en el mundo entero. Hoy no quiero hablar de un sueño, el de los trabajadores unidos y dueños de su destino. Ni de una verdadera reforma laboral, sindicatos independientes y otras cuestiones que, sin duda, se podrán escuchar en muchas otras reuniones de este tipo por todo el país, por todo el mundo. La manifestación del Primero de Mayo tuvo su origen en una antigua reivindicación libertaria y obrera: la de las ocho horas de trabajo. A la que siguieron mucha otras luchas sociales y laborales que, de una u otra manera, nos han traído hasta el momento presente.

El sueño de un Primero de Mayo diferente, muestra de un movimiento popular unido y solidario, tan fuerte que hiciera tambalear las caducas estructuras de este edifico social injusto, desigual e inhumano. Pero soñar con un mundo mejor no debe apartarnos de la realidad, Y la realidad es esta. La que estamos viviendo.

Lo que quiero decir hoy es que España va bien. Cada día lo tengo más claro. Y la prueba de la buena marcha del país se puede ver en las minoritarias y modestas manifestaciones que se celebran en casi todas partes. La mayoría de la población debe estar contenta, sin motivos para manifestarse ni protestar, a juzgar por la presencia más bien escasa de gente en las calles el Día de los Trabajadores. Entiendo que si no lo hacen será porque carecen de motivaciones.

Protestar y quejarnos es algo que hacemos desde que venimos al mundo. Nacemos llorando y luego no dejamos de gemir a lo largo de toda nuestra vida. Yo lo veo a diario, personas que se quejan, se quejan y vuelven a quejarse. Pero esas personas ahora no están aquí.

Los que sí están son los que no desean quejarse, sino protestar. Veo bandera rojas y negras, banderas anarquistas, y los anarquistas de la CNT sí que saben protestar. Se puede decir que no saben hacer otra cosa. Desde sus humildes orígenes allá por los comienzos del siglo XX, en 1910 para ser exactos, es decir, hace 107 años de aquella primera reunión fundadora del sindicato anarcosindicalista, repito una vez más, lo que sí han hecho siempre ha sido protestar; nacieron protestando y, si mueren, lo harán protestando. Nosotros, en nuestra modestia, perpetuamos esa herencia de lucha en contra de la guerra, la pobreza, la tiranía, la explotación laboral, la discriminación y el maltrato de la mujer, la manipuladora enseñanza de los niños, y tantas otras causas perdidas y ganadas en el tiempo, persiguiendo un ideal como meta individual y colectiva: la dignidad y la libertad del ser humano. Y esto no es algo de ahora, sino de siempre. No hay más que leer la historia popular, que no la oficial, de este país, para saber que la CNT viene luchando en esos frentes desde el mismo momento de su constitución. Somos anarquistas protestantes.

Algo tan natural como quejarse cuando uno está mal, parece haberse olvidado. Eso, o bien que no hay auténticos motivos de queja. Todos los que nos rodean sin unirse a la manifestación, los que están ahora cómodamente en su casas, en las terrazas de los bares o gozando de un día de fiesta, no deben tener nada por lo que manifestarse, o dicho de otra forma, la mayoría de españoles, y también de inmigrantes, deben llevar una buena vida, con buenos empleos, bien retribuidos. Para todos ellos España va bien.

Luego están esos otros, forman legión también, que se quejarían y protestarían, pero ¿para qué? Nunca se consigue nada, te dicen. Todo está podrido y luchar no trae más que complicaciones y problemas. Menos mal que algunos esclavos no pensaban igual, o aún seguiríamos cargados de cadenas.

Aunque me temo que al Primero de Mayo como día reivindicativo de la clase trabajadora le ha pasado como a las fiestas religiosas, que Dios nos ampare, ha perdido su verdadero sentido, y actualmente no es más que una jornada de asueto y descanso, marcada en rojo en el calendario, un día perfecto para disfrutar de vacaciones. Sin embargo, no hay por qué preocuparse. España va bien.

Pero yo no puedo divertirme cuando me aprieta el zapato o me duele la cabeza. De igual modo que no puedo estar bien si los que me rodean están mal. De lo cual intuyo, sospecho y hasta adivino que solamente nosotros, los anarcosindicalistas, como siempre, tenemos motivos de protesta. A los demás, las cosas les van de maravilla, algo que nos negamos obstinadamente en aceptar. En definitiva, la cuestión se puede resumir brevemente: España va bien.

Entonces, si una inmensa mayoría lo afirma, debe ser verdad, aunque sea como asegurar que la Tierra es plana. br />
En fin, esto se acabó. Disfrutemos, pues, del Primero de Mayo y, como dijo aquél, a la mierda el trabajo.

¡Salud y alegría!


 

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