L
os hombres de la montaña eran tramperos -cazadores de pieles- que vivieron a principios del siglo XIX en las Montañas Rocosas. Formaron un grupo de hombres muy reducido y único, todos ellos dotados de gran valor y ambición, pues se precisaba de un gran mucho coraje para ser los primeros en adentrarse en el Oeste, una tierra prácticamente desconocida para el resto del mundo, y en especial para los blancos europeos llegados a colonizar el continente americano, que únicamente sabían que aquel gran espacio en blanco en los mapas estaba habitado por hombres y fieras salvajes. Los tramperos trazaron planos de los ríos, valles y montañas del Oeste, establecieron relaciones con la mayoría de las tribus indias, y experimentaron algunas de las aventuras más increíbles de la historia del ser humano.
Los hombres de la montaña se dedicaron al comercio y la captura de pieles, un negocio muy rentable, aunque arduo y peligroso, para abastecer el mercado mundial de sombreros de castor, que permaneció en boga durante varias decádas, siendo responsables asimismo de la práctica extinción del castor americano, la presa más codiciada y valiosa de todas, hasta ser sustituida por la piel de búfalo a mediados del siglo XIX. Todos dejaron atrás a familiares, amigos y la llamada civilización por una serie de razones diferentes, pero principalmente por una mezcla de espíritu de aventura y afán de riquezas.
Fueron algo más de lo que cuenta la historia. Eran hombres a quienes tocó en suerte vivir en unos tiempos duros, difíciles y violentos. Y esa violencia se refleja en el apelativo de Salvaje Oeste, que define con justeza y exactitud aquel periodo histórico de los Estados Unidos. Una época feroz, cruel y sangrienta, pero en la que hubo también actos de nobleza, generosidad y audacia, como es posible comprobar en muchas de las páginas de tan excepcional historia. Los hombres de la montaña fueron los primeros en atravesar La Frontera y adentrarse en el Oeste americano, un vasto territorio inexplorado, habitado por tribus indias hostiles y, con frecuencia, enemistadas entre sí; a veces, como veremos, con un odio mortal que superaba al que sentían por los blancos, los conquistadores que, armados con el fusil y la biblia, al final, se apoderaron de todos sus territorios. Aquel puñado de montañeses, hombres de todas las razas, con buenos y malos desplegados por todas partes, sin importar el color de piel, vivieron apasionantes aventuras en su viajes, muchos de ellos vagando en solitario por desiertos, valles y montañas, un entorno natural y salvaje que curtió sus cuerpos y moldeó sus almas, dando forma a la base sobre la que luego se asentaría el mito del espíritu libre de los hombres de las montañas.
3 Comments
Muy interesante artículo sobre la vida de estos hombres.
Gracias por descubrirnos a estos aventureros.
Muy interesante. ¿Dónde podría encontrar más información?
La bibliografía en español es muy escasa, aunque se ha publicado el excelente libro de Bernard De Voto,
Más allá del ancho Misuri. Y yo espero poder publicar un libro al respecto en el futuro.
Salud