Los acontecimientos de ahora no son nada nuevo. Tan solo hay que conocer algo de nuestra historia para saber qué clase de individuos eran nuestros reyes en el pasado. Descartando alguno relativamente benigno, como Carlos III, que al parecer hizo ciertas cosas por el bien del país, la inmensa mayoría de ellos no han sido más que un perjuicio y una lacra, que solo han mirado por su interés personal y el de la clase alta que representan. Y los reyes de ahora no son diferentes, por mucho patriotismo que aseguren corre por sus venas de sangre azul.
Un auténtico republicano lo sería aunque reinara Trajano, el emperador filósofo. No se trata de quién ostenta la corona real, sino de cuestionar la propia institución en sí misma. Porque no es buena, no es democrática, ni es justa.
Para empezar, mantener un rey (y a toda su familia real) no nos reporta ningún beneficio, sino que, por el contrario, representa un gasto inútil del que podríamos prescindir. De la representación de nuestro país y otros cometidos que tiene asignados, se puede ocupar alguien elegido por su mérito y capacidad, y no simplemente por un absurdo y más que obsoleto derecho de nacimiento.
Tampoco es muy representativo de una verdadera democracia el que existan ciudadanos de primera, lo cual establece una diferencia de clases con el resto de la población, vulnerando la pretendida igualdad social que teóricamente debe imperar a todos los niveles. No es justo que algunas personas gocen de ciertos privilegios hereditarios, cuando la mayoría de la sociedad tiene que trabajar arduamente para ganarse el sustento diario.
Yo antes solía ser más radical y deseaba la guillotina para reyes y nobles. Cosas de la juventud, que se entusiasma fácilmente con la revolución, sobre todo con la francesa. En cambio, ahora soy partidario de medidas más humanas y me decanto por el sistema chino: que trabajen para vivir como los demás.
Por lo tanto, aboliría la realeza, sin más. Se acabaron los privilegios aristocráticos. Y no lo hago porque desee que la gente se vulgarice; al contrario, creo que denota escaso valor y dignidad el adornarse con méritos que no se hayan ganado por uno mismo, por más títulos nobiliarios que se posean.