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INTRUCCIONES DE USO PARA POLÍTICOS

Salvo honrosas excepciones, que las hay, la política parece atraer de forma ineludible, como si fuera un imán, a los más corruptos, desaprensivos y deshonestos de nosotros, aquellos que solamente ven en ella una oportunidad para medrar, enriquecerse y vanagloriarse de su importancia y poder, en definitiva, los menos indicados para dirigir un país. De ahí las desastrosas decisiones que invariablemente adoptan para la gente, y que, al mismo tiempo, por extrañas razones, suelen beneficiar siempre a la camarilla empresarial que los respaldan y financian.

 
S alvo honrosas excepciones, que las hay, la política parece atraer de forma ineludible, como si fuera un imán, a los más desaprensivos y deshonestos de nosotros, aquellos que solamente ven en ella una oportunidad para medrar, enriquecerse y vanagloriarse de su importancia y poder, en definitiva, los menos indicados para dirigir un país. De ahí las desastrosas decisiones que invariablemente adoptan para el común de la gente.
El paro asola a la sufrida clase trabajadora, mientras los empresarios siguen obteniendo cuantiosas ganancias, gracias a las sucesivas regulaciones laborales; la sanidad pública pagada por todos se desmantela y malvende a empresas privadas, a menudo ante la mirada cómplice del personal sanitario, que trabaja a caballo de ambas; la educación gratuita se masifica y degrada, a la vez que los colegios y universidades privados, donde se preparan los mandamases del futuro, reciben ayudas que no necesitan; los intereses de los bancos que hemos rescatado siguen siendo muy altos, así como las hipotecas y alquileres de las casas que se han construido y luego vendido a precios desorbitados, generando unos ingentes beneficios que han ido a parar al bolsillo de contratistas y especuladores; y así podría continuar señalando las medidas políticas que vienen aplicando a la misma población que los vota y elige democráticamente.
De manera que no cabe más que preguntarse: ¿Por qué los seguimos soportando? ¿Por qué continuamos eligiendo a los peores de todos? La respuesta está en nosotros mismos. Los políticos no son, al fin y al cabo, más que un reflejo de la sociedad de turno. Si ellos no son honestos, ni solidarios, ni justos, es porque nosotros tampoco lo somos. Basta con echar un vistazo a nuestro alrededor para comprobarlo.
Para colmo, la mayoría de personas que sí son decentes, con frecuencia se mantienen ajenos a las cuestiones políticas y sociales, dejando que otros decidan por todos. Y de esta indiferencia y connivencia general, se aprovechan los políticos desaprensivos para actuar a su antojo, gobernando para interés de unos pocos y en contra del bien común.
Ante semejante panorama, ¿no hay nada que podamos hacer? ¿Hemos se seguir así, invariablemente, en manos de una clase política en la que abundan los peores y más corrompidos? ¿Por qué no deshacernos de ellos de una vez para siempre? ¿Por qué permitimos que esa gentuza nos mangonee y nos robe con total impunidad? ¿Por qué no hacemos nada?
Bien, prosiguiendo con mi campaña de ideas peregrinas, está es mi propuesta para la cuestión que nos atañe:
Deberíamos hacer como hicieron los chinos con su último emperador, y despojar a todos los políticos inútiles y corruptos de sus cargos para destinarlos a trabajar en parques y jardines. Creo que harían una mejor labor y se ganarían el sustento trabajando honradamente.
¿Y quién nos gobernaría entonces?, pregunta uno al fondo.
Nosotros mismos. ¿Quién si no?

 




 
 

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