parallax background

LA SAL DE LA TIERRA

Para Ana, luchadora incansable

 
E xisten diversas maneras de hacer sindicalismo. La más habitual es la que llevan a cabo la mayor parte de los sindicatos; es decir, delegan en unos pocos la representación de la mayoría de los trabajadores. Otra muy diferente es la propia de las organizaciones sindicales anarquistas, en las que la acción directa y el apoyo mutuo por parte de los propios trabajadores constituyen sus herramientas básicas de lucha laboral. Cada una de ellas tiene sus pros y sus contras, como he podido constatar de primera mano al intervenir personalmente en ambas formas de sindicalismo. En los primeros, la dedicación plena de sindicalistas profesionales a tiempo completo les otorga sin lugar a dudas un conocimiento y una experiencia práctica de valor insustituible, pero que al mismo tiempo deja fuera de juego a los implicados en sus decisiones, contribuyendo de esta manera a fomentar una clase trabajadora apática, dependiente e ignorante; mientras que los otros actúan sin representantes ni comités de empresa que defiendan sus intereses, una opción que exige un alto grado de compromiso y participación personal por parte de los mismos trabajadores, cuya fuerza como grupo se sustenta en la unión de todos ellos.
Sin embargo, más allá de estas dos esferas de influencia laboral, hay otra forma de luchar sin necesidad siquiera de afiliarse a ningún sindicato: la que se hace personalmente en el puesto de trabajo. Es un esfuerzo individual, en el que se interviene libremente, en nombre propio, sin dejar por ello de mantener un trasfondo de responsabilidad y compromiso hacia el resto de trabajadores. Esta persona es un auténtico compañero de trabajo, y no un simple coincidente laboral, alguien en quien se puede confiar y que siempre está dispuesto a enfrentarse a la injusticia y la opresión cuando las circunstancias así lo demanden. Aunque esto suponga oponerse a los poderosos. Pues son conscientes de que nadie puede estar bien si los que le rodean no lo están igualmente. De modo que no miran solo por ellos mismos, sino también por los demás.
Atreverse a desafiar al poder establecido, con su corte de lacayos y aduladores, conlleva un elevado coste personal, que siempre termina por pasar factura. Me refiero a las inevitables disputas, enfrentamientos, acosos, humillaciones, desprecios, rechazos y demás agresiones y afrentas que han de sufrir, con frecuencia incluso por parte de quienes creían sus presuntos aliados; esto cuando no suponga además problemas mayores, como represalias, sanciones y despidos, que a veces acarrean hasta enfermedades, un sin fin de males que pueden acabar, tarde o temprano, con la resistencia e integridad del más fuerte y batallador.
Por supuesto, las mejores personas son las que luchan en todos los frentes y no solo en el lugar de trabajo, tratando de hacer con sus obras y palabras un mundo mejor, más humano, libre y solidario. Nada puede pararlas, porque sienten profundamente las penas ajenas y su espíritu se rebela ante la injusticia allá donde estén. Eso las convierte en valiosas, insustituibles y necesarias. Un lujo del que no podemos prescindir. Son gente valiente y honesta. Son la sal de la tierra.
 

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.