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LA INDEPENDENCIA DE CATALUÑA
o CÓMO SACAR A RELUCIR LAS BANDERAS DEL NACIONALISMO

Hay una cuestión que actualmente, en octubre del 2017, preocupa a todos los españoles: la independencia de Cataluña. Una bomba de efectos retardados que ha estallado de pronto en la sociedad española. Y la ha conmocionado hasta sus cimientos. Es, sin duda, uno de los mayores problemas a los que ha tenido que enfrentarse este país en los últimos años. Un reto de proporciones y alcances desconocidos, que nadie, creo yo, puede estimar con certeza hasta sus últimas consecuencias.

 
M i patria es el mundo. Malatesta

El patriotismo es el último recurso de los canallas.Samuel Johnson

Hay una cuestión que actualmente, en octubre del 2017, preocupa a todos los españoles: la independencia de Cataluña. Una bomba de efectos retardados que ha estallado de pronto en la sociedad española. Y la ha conmocionado hasta sus cimientos. Es, sin duda, uno de los mayores problemas a los que ha tenido que enfrentarse este país en los últimos años. Un reto de proporciones y alcances desconocidos, que nadie, creo yo, puede estimar con certeza hasta sus últimas consecuencias. Y no sabemos si una democracia defectuosa y adulterada, que se encuentra secuestrada por una élite política y económica que cuenta con el respaldo de todas las instituciones del Estado, puede responder con acierto a tal prueba; ignoro si una democracia asentada en tan débiles pilares será capaz de afrontar un desafío de semejantes características.

Para empezar, he de decir que respeto el derecho a la autodeterminación del pueblo catalán, a su independencia si así lo deciden. Pienso que debe ser libre para decidir por sí mismo. Nunca consentiría en mantener a mi lado a nadie –pueblo o persona- que no quiera estar voluntariamente conmigo.

No tengo gran confianza en el sistema electoral tal y como funciona aquí, sin embargo, conocer el resultado arrojado por unas votaciones libres habría servido de indicador de la actual situación de una forma más clara y objetiva de lo que ahora, con los ánimos soliviantados en todos los bandos, es posible lograr, cuando el panorama nacional está confundido por más pasiones que razonamientos.

No obstante, creo que, tras muchos siglos de convivencia y una larga historia común, además de muchos otros diversos vínculos que nos unen, Cataluña tiene asimismo una profunda significación para todos los españoles. Cataluña es una cuestión española y no sólo catalana, en la que todos los españoles estamos involucrados en mayor o menor medida.

No deseo que se independice de España porque yo, como español, quiero a Cataluña. Y deseo que siga formando parte de este país como hasta ahora. Como un lugar cercano que forma parte de mi vida.

Hablando por mí, yo he vivido un par de años en Barcelona, una larga temporada que me enseñó a querer la ciudad, y por extensión, en mis viajes, a conocer y valorar el resto de la tierra catalana. Fueron buenos tiempos y los recuerdo con agrado. Desde entonces guardo a Cataluña en mi corazón, como parte de mi pasado y, por tanto, de mí mismo.

También tengo familiares residiendo en un pueblo catalán, donde nacieron mis primos y viven desde hace más de medio siglo. Ellos formaron parte del éxodo rural de los años sesenta, cuando muchas personas sin recursos abandonaron los pobres pueblos gallegos, extremeños, castellanos y andaluces, buscando un futuro mejor, como quien se marchaba de emigrante al extranjero, solo que con un destino más corto y fácil al conocer el idioma y las costumbres.

Pero más allá de consideraciones personales, muchos otros como ellos contribuyeron a la prosperidad de Cataluña. Lo hicieron con su trabajo, con el hecho mismo de haber hecho de Cataluña su hogar y su tierra natal. Y no se trata de algo reciente; la literatura y la historia nos refieren un continuo trasiego de gentes españolas que viajaban de un lado a otro del país impulsados por la necesidad de sobrevivir. Los pobres forman una clase desgraciada que no posee demasiados arraigos materiales, viéndose obligados a emigrar con frecuencia en busca de trabajo y mejores condiciones de vida de las que tenían en su región de origen.

Durante siglos han acudido a Cataluña oleadas de emigrantes que constituyeron la mano de obra barata de las empresas catalanas. La burguesía catalana y española se lucró con la miseria de millones de pobres, trabajadores campesinos, como mi padre y mis tíos, que tuvieron que dejar su casa y salir fuera a trabajar.

En Cataluña encontraron, con gran dificultad en ocasiones, un lugar de acogida que les ofreció la posibilidad de mantener a su familia. Poco a poco y de forma natural, se hicieron menos murcianos* y más catalanes, algo que se evidencia cuando hablan. Para ellos, estoy seguro, la independencia de Cataluña supone un desgarro insufrible. Quedarán con sus sentimientos divididos, y un corazón roto es una herida imposible de curar.

Aparte de muchas otras opiniones que, como un gran aluvión, han circulado y seguirán rodando durante tiempo sobre este tema, me gustaría apuntar una serie de ideas que considero cruciales. La primera y principal, porque no creo que para la gente de este país, para los trabajadores, para la inmensa mayoría de nosotros, la independencia catalana constituya ventaja alguna, cuando no suponga un más que probable perjuicio. Un daño que, como sucede siempre, acabará recayendo sobre nuestras espaldas, y seremos nosotros, la sufrida y dócil clase trabajadora, los que acabaremos pagando los platos rotos de una forma u otra, ya sea con dinero, con trabajo o con la sangre de nuestra propia vida de víctimas. Los que mandan encontrarán la manera de nadar y guardar la ropa. Algunos incluso medrarán en las turbias y revueltas aguas de la democracia española.

Yo no veo beneficio alguno en sustituir un Estado por otro. Una caja por otra. Cuando yo lo que quiero es escapar de la caja y vivir otra vida, en una sociedad más justa, solidaria y libre. Donde prime el bien común, donde la voz de la gente se tenga en cuenta a la hora de tomar decisiones, donde se pueda vivir y trabajar dignamente, como merece un ser humano. Todo lo demás me trae sin cuidado o, peor aún, me desagrada y repugna.

Por eso no me gusta ver ondear tantas banderas nacionalistas, ya sean de la monarquía constitucional, la estelada o la senyera. Pues todas las insignias nacionales significan lo mismo. Un tipo de nacionalismo encarnado en un Estado con escasa participación popular, pese a los partidos políticos que supuestamente representan al pueblo. Para mí, que las cadenas sean de oro no elimina el hecho real de que sirven para sujetar. Y yo no me inclino voluntariamente ante ningún collar, sea de un color u otro.


 

2 Comments

  1. JESÚS CARO MONTERO dice:

    Totalmente de acuerdo en todo.
    Excelente artículo. Como tú me ha tocado vivir en diferentes lugares de España y ahora que me puedo viajar más, he conocido más este país y esta gente y sin entrar en opiniones que cada cual tiene la suya, siempre me han tratado con respeto igual que yo mostraría a cualquier ser humano independientemente de su lugar de procedencia.
    El otro día escuché en la tele, creo que era un escritor, que los nacionalismos y como bien dices en el artículo, español, catalán, en el fondo ocultan una xenofobia dentro.

  2. María dice:

    Estupendo artículo, no se puede decir más claro…. Y suscribo cada palabra de principio a fin.

    «No he nacido para sólo un rincón, mi patria es todo el mundo»
    Lucio Anneo Séneca.

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