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e ha abierto el debate sobre la posible regulación de las prostitutas. Pero en mi opinión, pretender regular la prostitución es como querer legitimar la esclavitud. Yo lo veo así de claro y de simple. No hay más.
Me parece aberrante que se quiera regularizar una actividad que degrada a las personas, tanto a la puta que la ejerce obligada, como al putero que paga y al chulo que se lleva el dinero de los dos. Además, en este caso existe una clara víctima: la mujer forzada a ejercer un trabajo que le repugna y humilla, pues los otros dos, ya se envilecen voluntariamente ellos mismos.
Las mujeres son, incuestionablemente, abrumadora mayoría entre este grupo de seres desgraciados y explotados. Hay igualmente hombres que se prostituyen, y por idénticas razones que ellas, sin que por su condición masculina o travestida se vean libres de las lacras y penurias del que es, según dicen, el oficio más viejo del mundo.
Yo no sé cómo remediar esta cuestión, más allá de saber que la prostitución tiene su origen en la pobreza y la ignorancia, pues de no haber pobres, dudo mucho que existieran prostitutas. También creo que obtener placer a costa del sufrimiento ajeno, es indigno y deplorable, y te convierte además en cómplice de semejante injusticia. Me refiero en todo momento a un mundo normal, si es que existe algo así; las perversiones quedan para los manuales de medicina psiquiátrica.
¿O acaso hay quien crea que la prostitución no resulta degradante? Bien, hay opiniones diversas, pero creo coincidir con casi todo el mundo al asegurar que acostarse con alguien, un absoluto desconocido, con frecuencia repulsivo y asqueroso, cuando no violento y borracho, una y otra vez, noche tras noche, debe suponer un verdadero infierno. Basta con imaginarlo para que se te revuelvan las tripas.
Llevando las cosas al límite, puede que halla alguien que lo vea desde un punto de vista puramente empresarial, la oferta y la demanda, una necesidad social que cubrir, y de la que se obtienen pingues beneficios. Dejemos aparte el que vaya asociada con frecuencia al juego, las drogas, la corrupción política y el crimen organizado, para quien la trata no es más que otro negocio rentable.
Ya sé que el dinero mueve el mundo, y que todos, de una forma u otra, trabajamos por la paga, alquilando nuestro cuerpo y nuestra mente para poder sobrevivir en este duro mundo. Pero hay oficios que marcan más que otros. Y la prostitución es uno de los que mayores y más profundas señales dejan en el alma. Al poco de ejercerla, una persona está consumida físicamente y derrotada anímicamente, convertida en un triste despojo de si misma. A falta de esperanza, las drogas y el alcohol terminan por arruinarlas completamente.
Y regularizar su trabajo, darle el carácter de profesión, por mucho que pueda mejorar su miserable situación, no evitará que sientan la humillación y el ultraje, la violación, en definitiva, que supone mantener sexo, un hecho tan íntimo y personal, con alguien que solo busca un trozo de carne que penetrar.
Puedo estar equivocado, y tal vez regularizar la prostitución suponga un gran adelanto. Bien, solamente propongo, a manera de medida inicial, que quienes alienten esta propuesta, los políticos, periodistas y demás corifeos que la propugnan, empiecen ellos mismos por dar ejemplo. Solo una temporadita, no pido más. Un año, seis meses, dejémoslo en un mes, una semana incluso, una sola jornada me atrevería a apostar, para que demuestren las bondades del sistema. Hasta les brindo el lema de la campaña: Putas gratis por un día.
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Pues mira que es entendible tu postura, la cual comparto… hasta cierto punto, porque hay algo que no mencionas y es que hay varias (más de las que la sociedad quisiera aceptar) mujeres de la vida galante, que practican el oficio… más por gusto que por necesidad. No digo que lo ejerzan con gusto y complacencia… pero sí con cierta resignación y masoquismo, ya que se ha comprobado que muchas prefieren ejercer la prostitución a ser sirvientas o atender alguna tienda, que si bien la paga es mísera en éste último ejemplo, para muchas féminas no es preferible al de tener que acostarse con extraños por una paga mejor, y que es por éstas últimas que es necesario legalizar este oficio de tal manera que realmente lo ejerzan solo aquellas que lo prefieran… y no por aquellas que cubiertas por la clandestinidad son obligadas.