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TRAVESIA CON RAQUETAS 1

DIA 1 - Sábado 28-02-2017

 
A las 05,00 horas empieza el viaje en sí. Estoy en casa de mi hermano Julián y de Ana, en Quintanar, los cuales, muy amablemente y a pesar del madrugón, se ofrecen a llevarme al aeropuerto de Madrid-Barajas.

Llegamos a la hora justa en la que tengo que encontrarme con Jaime, guía de la travesía, y la que, en un principio, será mi otra compañera desde España.

Me despido rápidamente de mi hermano y de Ana. Cargó la mochila y la pesada bolsa de cabina y, sin más demora, busco el lugar de facturación esperando que no resulte un laberinto lo que, para mí, es pisar por primera vez la terminal T4 de Barajas.

Tras varias vueltas encuentro mi grupo, al único que tenía controlado por fotos era a Jaime. Allí también me reciben Andrea, acompañante del guía, y que también trabaja en Tierras Polares como coordinadora para Groenlandia, y mi otra compañera de viaje, Charo, una profesora granadina que vive en Málaga.

Facturamos nuestros equipajes y los grandes bultos que proporcionan en la agencia, amplias bolsas con el material y parte de la comida, junto con los pulkas y esquíes destinados para otro viaje.

Hacía bastante tiempo que no volaba, de modo que es de agradecer pasar el trámite de facturación, el control de seguridad y el embarque con ellos, más que nada por evitar engorros y pérdidas inútiles de tiempo.

La salida del avión es a las 10,20 horas y nos espera un día de vuelos en avión hasta llegar a nuestro destino. Las 4 horas entre Madrid y Helsinki, cada cual intenta hacerlas lo más llevaderas posibles. Dormimos, charlamos, comemos, leemos.

Llegamos al aeropuerto de Helsinki a las 15,45 horas y allí nos encontramos en la zona de embarque para Kuusamo con el resto de compañeros de la travesía, tres italianos: Sara, Federica y Marco.

Este segundo viaje en avión se hace largo y tedioso, encajonado en un espacio tan pequeño, pero, tras una hora de vuelo, llegamos al aeropuerto de Kuusamo ya de noche cerrada. El ambiente es como esperábamos en esta región, nieve por todos lados y mucho frío.


 

 
U n taxi nos traslada a Ruka. Durante el camino observo a mis compañeros. Apenas decimos nada, me imagino que el cansancio y la expectación por iniciar esta emocionante aventura nos mantiene a todos callados. Mire por donde mire a través de las ventanillas, solo veo nieve, árboles y una impenetrable oscuridad.

Tras descargar el material y nuestras pertenencias, y ocupar tres habitaciones sin muchos lujos, Jaime, Sara y yo nos vamos de compras al supermercado que hay cerca del complejo hotelero para adquirir el resto de la comida que llevaremos.

Nuestra comida va a consistir en fiambre de todo tipo (jamón serrano, lomo, salchichón, chorizo), quesos, patés, una especie de fideos chinos en raciones individuales que se preparan con agua caliente, sopas instantáneas, cuscús, arroz, puré de patatas, pasta, mermelada, mantequilla, pan de molde negro y blanco, galletas, salmón ahumado, beicon, salchichas, frutos secos, gominolas, infusiones, bebidas isotónicas y solubles, sin olvidar las salchichas de pollo expresamente para Federica, que no puede comer otro tipo de carne y que se convertirá por este motivo en blanco de las bromas de Jaime al respecto. Y toda ella la que tendremos que portear nosotros mismos, ya que se trata de una travesía en total autonomía, sin posibilidad de abastecernos durante la ruta.

Ahora toca organizar toda las vituallas distribuyéndolas en bolsas para cada día, con su correspondiente desayuno, comida y cena. A su vez hacemos sendas bolsas de distinto color con las bebidas, a las que añadimos frutos secos, gominolas y frutas deshidratadas. También nos reparten barritas energéticas a cada uno de forma que puedas consumirlas a tu antojo.

Los italianos son los encargados de preparar nuestra primera cena en Finlandia, a base de verduras, salmón y puré de patatas.

Nos reunimos en nuestra pequeña habitación y, mientras cenamos, Jaime nos pone al corriente sobre la travesía. Nos indica que los dos primeros días realizaremos pocos kilómetros, unos 5, para irnos acostumbrando al uso de las raquetas y del transporte de los pulkas, y las dos jornadas siguientes serán etapas más duras, de 17 y 14 kilómetros respectivamente.

Entre risas y bocados la velada está llegando a su fin y nos despedimos para que cada uno prepare su mochila para la travesía.

No sabemos qué meter o que quitar. Tenemos todo lo necesario según la lista que nos facilitaron en la agencia, pero yo, al igual que los demás, hemos traído ropa y accesorios de más, que ahora no sabemos si nos servirán de algo. El temor a las gélidas temperaturas polares nos tiene un poco desorientados. En mi caso, he pasado frío en algunas de mis rutas por España, diría que en ocasiones mucho frío, pero cuando piensas en estas tierras septentrionales, imaginas que el frío será insoportable, así que el exceso de ropa que lleves no será un problema. Pero, claro, la mochila tiene un límite y su considerable peso ira en aumento más según vayan pasando los kilómetros, así que decido arriesgarme y saco todo aquello que no me recomiendan en la lista. No sabré de verdad si hago lo correcto hasta que sea necesario. Espero no haberme equivocado, ya que una vez emprendida la ruta no podré disponer de más medios.

También prescindo de parte de mi botiquín; me imagino que será innecesario contando con uno extenso que lleva Jaime en los pulkas.

¡Joder! Lo que pesa la maldita mochila sin haber dado todavía ni un solo paso.

Antes de acostarme, quiero relajarme un poco y contemplar el cielo en la fría noche finlandesa. Salgo al porche y enciendo un cigarro. Se me hace raro y familiar a la vez este entorno. Aunque estoy a miles de kilómetros, bien podría encontrarme en los Pirineos o Navacerrada.

Es la última noche que dormiremos en camas confortables hasta dentro de una semana.

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