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REINHOLD MESSNER
El alpinista de las grandes cumbres

Aunque cuestionable, es un lugar común afirmar que Reinhold Messner es, probablemente, el mayor montañero de todos los tiempos. Un alpinista profesional que ha hecho de la montaña su razón de ser y, por fortuna para él, también su modo de vida. Ha influido en el montañismo mundial como ningún otro ser humano, y sus conquistas, tanto en escalada en roca como en las grandes cumbres nevadas, no tienen paragón con ningún otro montañero; sin olvidar que los libros que ha escrito sobre sus experiencias constituyen un pilar fundamental en la literatura de montaña. Su ánimo de aventura y su personal sentido del montañismo, de la existencia incluso, han ejercido una gran influencia en miles de personas en todo el mundo, hasta el punto de poder asegurar que su ejemplo ha sido determinante para muchos otros. Lo digo con conocimiento de causa. Los libros de Messner contribuyeron en gran medida a incrementar mi amor y pasión por las montañas y, de esta manera, por la vida misma.

 
E n la actualidad, salvo las profundas simas marinas, no existen zonas de la Tierra por descubrir. El planeta entero ha sido cartografiado, fotografiado y nombrado por el ser humano. Los mares han sido surcados en todos los sentidos, los polos hoyados por el pie de audaces exploradores y científicos, los desiertos no suponen un obstáculo infranqueable para los modernos vehículos, las más altas montañas han sido escaladas y el reto actual consiste en ascender vías más difíciles en menos tiempo. Ya no quedan rincones vírgenes por explorar. El reto ahora se encuentra en el espacio exterior.

Aunque todavía nos aguarda la mayor y más decisiva aventura en la exploración del universo, aún quedan aventuras por vivir y retos por superar en este mundo. Es una constante humana el ambicionar mayores desafíos, aunque sea por el hecho de medirse uno mismo y competir con los demás. La cuestión es llevar los límites un poco más allá, ya que adentrarse en lo desconocido sigue siendo un impulso fascinante para las personas de espíritu aventurero. Y una de ellas, alguien que ha logrado proezas portentosas, es Reinhold Messner, el gran montañero.

Reinhold Messner es un alpinista y explorador italiano, cuyas hazañas en las montañas de todo el mundo le han convertido en uno de los más importantes escaladores de la historia. Fue el primero en ascender los catorce ocho miles de la Tierra y en hacer la primera ascensión en solitario y sin oxígeno del Everest. Es autor de 63 libros (escritos en alemán), muchos de los cuales son lectura de referencia para los amantes del montañismo.

Aunque cuestionable, es un lugar común afirmar que Reinhold Messner es, probablemente, el mayor montañero de todos los tiempos. Un alpinista profesional que ha hecho de la montaña su razón de ser y, por fortuna para él, también su modo de vida. Ha influido en el montañismo mundial como ningún otro ser humano, y sus conquistas, tanto en escalada en roca como en las grandes cumbres nevadas, no tienen paragón con ningún otro montañero; sin olvidar que los libros que ha escrito sobre sus experiencias constituyen un pilar fundamental en la literatura de montaña. Su ánimo de aventura y su personal sentido del montañismo, de la existencia incluso, han ejercido una gran influencia en miles de personas en todo el mundo, hasta el punto de poder asegurar que su ejemplo ha sido determinante para muchos otros. Lo digo con conocimiento de causa. Los libros de Messner contribuyeron en gran medida a incrementar mi amor y pasión por las montañas y, de esta manera, por la vida misma.

Son muchos los montañeros por los que siento gran admiración, desde alpinistas de las alturas como Jerzy Kukucka, Walter Bonatti o Conrad Anker a escaladores en roca como Royal Robbins, Jim Bridwell o Alex Honnold, sin olvidar a los nuestros, como Pérez de Tudela o Carlos Suarez. Pero Messner, he de confesarlo, es caso aparte. Hace años que empecé a interesarme por el montañismo, y sus obras me han acompañado constantemente como entretenimiento, guía y referencia vital. En frecuentes ocasiones, sus libros han sido mi mejor compañero durante horas, leyendo por la noche bajo la luz del frontal en una estrecha tienda de campaña o, luego, mejor acomodado, en la pequeña auto-caravana Endurance de mi hermano.

Reinhold Messner es toda una celebridad mundial en cuestiones de montaña. Lo ha conseguido todo en este ámbito: fue el primer hombre en escalar las catorce montañas más altas del planeta, aquellas que superan los ocho mil metros, en coronar el Everest solo y sin oxígeno, una empresa que se consideraba imposible, y en abrir algunas de las vías más difíciles, arriesgadas y duras que se han hecho jamás en las grandes paredes, llevando la escalada hasta su nivel máximo entonces, el séptimo grado. Por supuesto, las nuevas generaciones de escaladores han seguido sus huellas y superado sus logros, pero todos los que escalan son, de alguna manera, herederos suyos.

Ha tenido el talento de unir en su persona al hombre de acción y al hombre de conocimiento, pues sus ascensiones no son un simple acontecimiento deportivo, un récord a batir o una competición; por el contrario, ha sabido hacer de la escalada una experiencia física, intelectual y espiritual al mismo tiempo. Lo demuestran sus numerosos escritos, que tanto son libros de aventuras como obras de reflexión filosófica y humana. El asumir riesgos supone, en estos casos, una especia de vía de auto conocimiento, en la que una persona se descubre a sí mismo al situarse en una posición en la que no caben el engaño ni el disimulo; en otras palabras, uno demuestra entonces lo que vale, la madera de la que está hecho, su auténtico ser.

Messner es uno de esos privilegiados alpinistas que, tocado por los dioses, ha conseguido sobrevivir, a pesar de haber estado con frecuencia expuesto a situaciones extremadamente peligrosas, a punto de morir. Varias veces. Pero ese contacto directo con la muerte, ha servido para potenciar sus ansias de vida. En pocos textos he podido encontrar tal pasión por algo tan fugaz, quimérico y, bien mirado, tan inútil como es escalar montañas, rara vez he podido leer unas páginas que contengan tanto amor por la vida, como se desprende de la lectura de sus libros. En Messner acción y meditación se unen para hacer un todo indivisible. El hombre está en los libros y en las montañas que ha escalado. Esas mismas cumbres que han forjado su personalidad singular y única, las que han hecho de él un individuo y un montañero fuera de serie.


 

 
R einhold Messner nació el 17 de septiembre de 1944 en Bresanona (Bressanone, en italiano; Brixen, en alemán), población del Tirol del Sur situada en el norte de Italia, una región alpina donde se habla indistintamente alemán e italiano y, en menor medida, ladino. Se crió en Villnoss, a los pies de las Dolomitas, junto a sus ocho hermanos y una hermana. Su padre, Josef Messner, era maestro y un hombre severo y estricto. Montañero aficionado, inició a Reinhold en la escalada cuando éste tenía cinco años. Su hermano Günther, dos años menor, se hizo su más fiel compañero en esta afición que ambos compartían con verdadera pasión y entusiasmo.

En la década de 1960, bajo la inspiración del gran alpinista alemán Hermann Buhl, la primera persona que escaló en solitario un pico de más de ocho mil metros (el Nanga Parbat, en 1953), los hermanos Messner se hicieron firmes partidarios del estilo alpino de escalada, que básicamente consiste en escalar con un equipo muy ligero, con el material que puedas transportar en una mochila, sin contar con ayuda externa ni campamentos base. Las escaladas eran rápidas y limpias, sin utilizar apenas pitones de metal para asegurarse. En estilo alpino ascendieron las grandes montañas europeas, técnica que más tarde llevaron a las más altas cimas del planeta. Las "tácticas de asedio" habituales en las expediciones montañeras, que precisaban un gran aparato de medios y dinero, nunca fueron de su agrado; de alguna manera, el exceso de tecnología rebajaba el mérito personal y suponía además una falta de respeto hacia la naturaleza y las montañas.

Reinhold realizó más de 500 ascensos, la mayoría de ellos en las Dolomitas. En 1965 fue el primero en ascender la cara norte de la Ortler. En 1966 coronó la columna Walker en la Grandes Jorasses y conquistó el Rocchetta Alta di Bosconero. En 1967 hizo los primeros ascensos de invierno de la cara norte del Agner y la cara norte del Furchetta. En 1968 logró escalar por primera vez el pilar medio del Heiligkreuzkofel, la cara norte de Las Droites y la cara sur directa al Marmolata. Ese mismo año, Reinhold se unió a una expedición a los Andes, durante la cual consiguió, junto con Peter Habeler, la primera ascensión de la cara este del Yerupajá y, unos días más tarde, el primer ascenso del Yerupajá Chico, de 6121 metros.

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